lunes, 29 de junio de 2015

JONEYED Y EL BARBERO

El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.

Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.

Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.

Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?».

A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa
me vas a dar?».

* * *
Siempre que se ofrece o se busca una recompensa, el amor se hace mercenario.

Una fantasía:

El discípulo clamó al Señor: «¿Qué clase de Dios eres? ¿No te da vergüenza pretender recompensar un servicio hecho con amor?». 

El Señor sonrió y dijo: «Yo no recompenso a nadie; lo único que hago es regocijarme con tu amor».

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