Oído a la salida de un concierto:
"¡Vaya un cantante! Su voz llenaba la sala".
"Es cierto. Varios de nosotros tuvimos que abandonar la sala para dejarle sitio".
¡Curioso! Pueden ustedes conservar sus asientos, señoras y señores; la voz del cantante llenará la sala, pero no ocúpará ningún espacio.
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Oído en una sesión de orientación espiritual:
"¿Cómo puedo amar a Dios tal como dicen las Escrituras? ¿Cómo puedo darle todo mi corazón?".
"Primero debes vaciar tu corazón de todas las cosas creadas".
¡Engañoso! No temas llenar tu corazón con las personas y las cosas que amas, porque el amor de Dios no ocupará espacio en tu corazón, del mismo modo que la voz del cantante no ocupa espacio en la sala de conciertos.
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El amor no es como una hogaza de pan. Si doy un pedazo de la hogaza, me quedará menos pan que ofrecer a los demás. El amor se parece más al pan eucarístico. Cuando lo recibo, recibo a Cristo en su totalidad. Pero no por ello recibes tú menor parte de Cristo; tú también recibes a Cristo entero; y también el otro; y el de más allá.
Puedes amar a tu madre con todo tu corazón; y a tu esposa; y a cada uno de tus hijos. Lo asombroso es que el dar todo tu corazón a una persona no te obliga a dar menos a otra. Al contrario, cada una de ellas recibe más. Porque si sólo amas a tu amigo y a nadie más, de hecho lo que le ofreces es un corazón bastante pobre. Tu amigo saldrá ganando si ofreces también tu corazón a los demás.
Y Dios saldría perdiendo si insistiera en que le entregaras tu corazón únicamente a Él. Regala tu corazón a otros: a tu familia, a tus amigos... y Dios saldrá ganando cuando le ofrezcas a Él todo tu corazón.
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